Proyecto Luz
Extendiendo la luz de Jesús por todo el mundo
El Proyecto Luz ofrece una experiencia íntima con Dios, entrelazando lo musical y lo espiritual con las etapas de nuestra vida, e invita a una meditación profunda sobre la vida y la relación con Jesús. Esta experiencia nos desafía a dejar atrás las falsas apariencias creadas para impresionar a otros, a buscar plenitud en la voz de Dios y a renovar el corazón, dejando atrás al hombre viejo para revestirse del hombre nuevo. Insta a escuchar con atención la palabra de Dios y a responder con fe: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Fomenta la gratitud por cada bendición, en la felicidad y en la adversidad, e inspira a recibir y a difundir la luz de Jesús por todo el mundo. Tras un camino compartido, invitamos a Jesús a quedarse en nuestros corazones, para luego, a través de la Eucaristía, podamos reconocerle en la fracción del pan, hecho que nos motiva a salir a anunciarlo diciendo: ¡En verdad resucitó!
Máscaras: Examen de conciencia
«El hombre no ve lo que Dios ve; el hombre ve las apariencias, y Dios ve el corazón» 1 Samuel 16,7b
A veces, en nuestro afán por cautivar a los demás, perdemos de vista que Dios ya sabe lo que anida en lo más profundo de nuestro ser. Las máscaras que elegimos llevar pueden esconder quiénes somos realmente, presentando una imagen que no nos representa. Y aunque no sea nuestra intención, estas máscaras pueden herir a quienes más queremos y distanciarnos de ellos. Además, nos roban la alegría y nos desvían del camino hacia nuestros sueños. Recordemos que la autenticidad es el regalo más hermoso que podemos ofrecer, tanto a nosotros mismos como a los demás, y es en la verdad donde encontramos la verdadera conexión con nuestros sueños y con el amor de Dios.
Llena mi vacío: Arrepentimiento de corazón
«Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.« Secuencia del Espíritu Santo en Pentecostés
Cuando nos liberamos de las máscaras, enfrentamos la realidad en su forma más pura, lo que a veces nos lleva a sentir arrepentimiento, dolor y un vacío profundo en el alma. Es un momento de introspección que nos hace reflexionar sobre la vida, similar a lo que experimentó Job en su historia. Este vacío es un espacio que ninguna máscara puede cubrir ni objeto alguno puede llenar; solo la palabra y la misericordia de Dios tienen el poder de llenar ese vacío, dándole un nuevo sentido y dirección a nuestra vida. Es en esos momentos cuando más necesitamos acercarnos a Él, para encontrar consuelo y comprensión en su amor incondicional.
De viejo a nuevo: Propósito de enmienda
«Se les pidió despojarse del hombre viejo al que sus pasiones van destruyendo, pues así fue su conducta anterior y renovarse por el espíritu desde dentro. Revístanse, pues, del hombre nuevo, el hombre según Dios que él crea en la verdadera justicia y santidad.» Efesios 4, 22-24
Cuando Dios llena ese vacío en nuestro corazón con su palabra y su misericordia, nos damos cuenta de que victimizarnos, lamentarnos o culparnos constantemente no nos llevará al cambio que anhelamos. El primer paso es reconocer nuestra realidad, despojarnos de las máscaras que ocultan nuestra verdadera esencia. Luego, necesitamos perdonarnos a nosotros mismos, abrir nuestro corazón y comprometernos a marcar un antes y un después en nuestra vida. Esto implica renunciar a lo que nos alejaba de Dios despojándonos del hombre viejo y acercarnos a Él con un nuevo propósito que da sentido y plenitud a nuestra existencia, para finalmente revestirnos del hombre nuevo.
Habla Señor: Palabra
«El Señor se presentó y lo llamó como otras veces: «¡Samuel, Samuel!». Samuel respondió: «Habla Señor, que tu siervo escucha»» 1 Samuel 3, 10
El anhelo de transformarnos es como el final de un retiro espiritual: nuestros corazones se encienden de alegría, impulsados por la emoción y las ganas de cambiar. Sin embargo, sin una brújula o un mapa, podríamos perdernos en la inmensidad del mar, como un barco a la deriva, juguete del viento y las olas, con un destino incierto. Pero no estamos solos en esta travesía. La voz de Dios, su palabra, es el timón que nos orienta y da sentido a nuestro viaje. Nos invita a detenernos, a reflexionar con el corazón y a elegir con sabiduría el rumbo a seguir. Es la luz que ilumina nuestro andar, ofreciéndonos respuestas y esperanza para afrontar los retos y avanzar con coraje hacia lo que nos depara el futuro. Si buscamos un cambio genuino, abramos nuestro corazón para escuchar a Dios. Él nos llama con ternura, nos conoce por nuestro nombre y nos espera con los brazos abiertos. Solo necesitamos responder: “Habla, Señor, tu siervo escucha”.
Gracias: Acción de gracias (Eucaristía)
«Estén siempre alegres, oren sin cesar y den gracias a Dios en toda ocasión; ésta es, por voluntad de Dios, su vocación de cristianos» 1 Tesalonicenses 5, 16-18
Cuando escuchamos la llamada de Dios y respondemos, algo increíble sucede en nuestro interior. Nos llenamos de una paz y bendiciones que no solo nos tocan a nosotros, sino también a los que amamos. Es como si se encendiera una luz dentro de nosotros, iluminando cada rincón de nuestra vida y haciéndonos sentir agradecidos por todo lo que tenemos: nuestra familia, amigos, salud y cada día que vivimos. Esa gratitud la sentimos con todo el corazón en la Eucaristía, ese momento sagrado en el que, frente a Jesús, podemos decir sinceramente: ‘Gracias, Señor, por todo lo que haces por mí’. La Eucaristía es ese abrazo de Dios que nos renueva, fortalece nuestra fe y nos da la fuerza para seguir adelante.
Luz: Servicio
«Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal deja de ser sal, ¿Cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente. Ustedes son la luz del mundo: ¿Cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos.” Mateo 5, 13-16
“Jesús les habló de nuevo diciendo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida.»” Juan 8,12
Imagina que cada uno de nosotros tiene un interruptor especial que, al activarlo, ilumina todo a nuestro alrededor. Esa es la luz de Dios en nuestras vidas, una chispa divina que nos inspira a compartir el amor y la esperanza de Cristo con el mundo. Es una luz que no solo nos transforma por dentro, sino que también se convierte en una guía brillante para aquellos que buscan su camino. Dios nos llama a ser como faros en la costa, ofreciendo dirección y consuelo a los navegantes perdidos en la oscuridad de la noche. A través de nuestras acciones y palabras, podemos reflejar la bondad, el amor y la misericordia de un Dios que siempre está con nosotros. ¡Encendamos esa luz y hagamos brillar el mundo!
Resucitó: Ser testigo y anunciar
«Y ellos le contaron las cosas que habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan» Lucas 24,35
Al igual que los discípulos de Emaús, caminamos a veces tristes y desilusionados, pensando que Jesús nos ha abandonado. Pero incluso en esos momentos oscuros, Él está con nosotros, aunque pase desapercibido. Poco a poco, a lo largo del camino de la vida, Él se acerca a nosotros, nos anima, nos habla de las Escrituras y nos muestra su amor como un amigo fiel. Al caer la tarde de nuestras vidas, o al pasar los años, sentimos una profunda paz y alegría en su presencia. Agradecidos, queremos que se quede con nosotros, porque su luz nos da esperanza. Al hacerlo parte de nuestra vida, lo reconocemos finalmente al partir el pan, en la Eucaristía. Y con el corazón rebosante de gozo, salimos a proclamar su resurrección en todos los rincones de la tierra diciendo ¡Jesucristo ha resucitado! ¡En verdad resucitó!